“¿Quién lo mató? ¡La policía! ¿Qué pide Abasí? ¡Justicia!”, Juan González Febles

La gente anda crispada en la Isla. Los ánimos están muy caldeados. Esto alcanza a todos por igual. Las calles de La Habana, sus rincones, sus zonas segregadas polarizan hasta el nivel personal un conflicto. La parte más identificada en este enfrentamiento, es la Policía.

Para el ciudadano promedio, la Policía es la Policía. No es nacional ni revolucionaria. Es sólo la parte visible del iceberg monstruoso que enfrenta. Es como dijera uno de los que puede decir: “…La representación del poder revolucionario en las calles”. Calles que son de los revolucionarios y en las que apenas hay revolucionarios.

La noticia es que la espoleta del odio se disparó desde un auto patrullero de la Policía. Un joven negro iba con dos grandes jabas. Las llevaba en cada mano. Era en las cercanías de una fábrica de detergente. El jefe del carro le dio la orden al chofer de iniciar la persecución. Le ordenó al joven negro que se detuviera.

La adrenalina se disparó en todos. El joven negro soltó las jabas y corrió. Es más importante estar libre en la lucha, en la calle, que perder unos cuantos cientos de pesos en detergente. Sonó un disparo. Fue suficiente para atravesar el pulmón y  romper el corazón del negro. Un delincuente menos.

Son muchas las versiones sobre lo que acaeció después. Nosotros en la prensa independiente, carecemos de medios de transportación, entre otras carencias. No siempre acertamos a estar donde queremos cuando debemos. La prensa oficial, es de los revolucionarios. La prensa extranjera acreditada, vive en un espacio ético y dimensional diferente.

Se dice que el jefe del carro fue presa del pánico y quiso darse a la fuga. El otro uniformado se hizo cargo de la situación, llamó a una ambulancia y el herido consiguió llegar a un centro de atención médica. Murió asistido con misericordia. Se llevó un poco del calor y la solidaridad humana que echó de menos durante toda su corta y azarosa vida.

Ese mismo día, -viernes 28- lo supo el plante. Los ecobios se indignaron. No se asesina a un “ñaña” impunemente. Acordaron salir con el féretro y conducirlo hasta la Plaza Cívica, para exigir justicia.

Hicieron su demostración en la calle Zapata del Vedado, el sábado 29. No fueron molestados por la Policía. Les permitieron desahogar la ira y la indignación en parte de las calles –que son de los revolucionarios- y en el cementerio, que felizmente es de todos, por el momento. No así en la Plaza y su Palacio.

Loa ñañigos corearon durante la protesta un curioso estribillo. Lo repetían como una salmodia: “¿Quién lo mató? ¡La policía! ¿Qué pide Abasí? ¡Justicia!”.

Pero los ecobios, se equivocan. Lo mató el egoísmo, lo mató el odio. Lo mató la misma intolerancia cobarde que asesinó legalmente a tres infelices negritos en La Habana, para dar un escarmiento en aquella aciaga Primavera Negra de 2003.

Lo mató el miedo que impide a los cubanos unirse para sacar a Cuba del bache de miseria, cárcel y paredón en que se debate. La Policía es otra víctima, ellos son a fin de cuentas, sólo cubanos. Viven en el miedo. Odiados, sin honor ni amor.

Mientras, la ciudad queda igual con sus calles y sus gentes. La Policía continúa escrutando en cada rostro. Ellos siguen crispados y otro joven negro delinque y distribuye el jabón y la leche. Los cómplices en esta ciudad ajena y diferente, compran y recomiendan cautela.

La élite está a salvo. Aun se trata de la confrontación entre la Policía y la población. Pero cuidado. Ya se hace recurrente pretender dirimir injusticias en el Palacio de la Plaza Cívica. El origen de todas las injusticias. Cerca del cementerio. Donde las segregaciones no cuentan.
Publicado originalmente en Cubanet.org en 2005

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